domingo, 20 de septiembre de 2015

Cada vez que se quiere avanzar...

Dos días de silencio... lo sé, no es sencillo escribir todos los días; se requiere disciplina.
¿Algo para comentar? Simplemente que cada vez que uno desea avanzar, cambiar, mejorar, las circunstancias se pondrán en contra como un viento o una corriente que viene desde delante.
Quisiera cambiar muchas cosas en mi vida; ser más disciplinado, ser organizado en el tiempo, en mi cuarto, mejorar mis costumbres y hábitos. Quisiera también mejorar en mi vida profesional, pero el problema es más que sólo las circunstancias: es mi propia vida. Necesito cambiar.

Parece que la entrada de hoy es como mi diario, pero no contaré cosas específicas que me sucedieron. Ayer nació la bebé de una amiga, anteayer la internaron en el hospital. Fue también el matrimonio de un primo mío, al que fui invitado; no dormí bien estos días; anteayer lo hice a la una y media de la mañana, ayer a las dos y algo más de la madrugada. Mis despertares no fueron madrugadores, pero no es lo mismo descansar desde la madrugada que desde el momento que tu cuerpo te pide por primera vez descanso por la noche.

Aquí estoy, intentando cambiar muchas cosas, con la fe de que conseguiré; resoluto a lograrlo aunque me cuesten pestañas desgastadas y poco sueño; aunque me cueste dejar la comodidad de una siesta. Sin embargo, ayer y anteayer decidí no mirar sólo por mis propios intereses, sino también en los de las personas que amo. Ahí también está un dilema: amar a los demás por encima de uno mismo o amar a los demás como a uno mismo, o amar a los demás menos que a uno mismo. Bueno, quizá se trate de un trilema.

Adelante. Mi deseo es el de cambiar, y todavía mi resultado no es satisfactorio. Hasta dónde habría llegado si no se hubiese opuesto mi propio yo. Quizá sería alguien más importante para los demás o quizá habría alcanzado más de mis objetivos. Ya hablaré de eso más adelante.

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