miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿PROMETEN Y MIENTEN MÁS LOS VARONES?

    "Cuando mi papá nos prometía cosas, luego mi mamá nos hacía a mí y a mis hermanos pisar tierra nuevamente", dijo un amigo mío hace unos días, cuando tocamos un tema acerca de promesas y de cuando éramos niños. Se me ocurrió una idea, o me di cuenta de algo: Los varones son los que más prometen... y los que menos cumplen.

    ¿Has visto a una mujer hacer promesas a alguien? Casi nunca o pocas veces sucede. ¿Una madre que promete a sus hijos regalos o fiestas especiales de cumpleaños, o salidas, o cambiar determinadas actitudes? Poco se ha visto, aunque sí, seguramente ha ocurrido.

    En general, en caso de promesas rotas se ha relacionado a los miembros del género masculino como principales incurridores de tal falta. Debería de haber alguna razón o razones, genéticas o sociales, para explicar el eterno rumor del río de las promesas masculinas... algo trae todo esto.

    ¿Por qué los varones no cumplimos lo que prometemos?

    He aquí algunas razones:

Porque prometemos más que las mujeres.

    Ya lo había dicho en los primeros párrafos; es raro ver a una mujer que ande diciendo promesas y promesas. ¿Acaso las necesitan? Pero si anduviesen prometiendo y prometiendo al estilo varones, creo que la CANTIDAD de promesas subiría.
    Personalmente, soy de pensar que, en regla, los seres humanos (varones y mujeres), tenemos la "capacidad" igual de romper promesas o incumplir lo que decimos. Por ejemplo, si tomamos en media que todos no cumplimos un 10% de nuestras promesas, en cantidad, sería diferente entre los dos géneros. Pongamos la situación en un intervalo de un año, y el caso de que un varón que prometa por lo menos cuatro veces más que su compañera femenina. De este modo de 100 promesas que se haga, la mujer habrá hecho 25. Ahora, haciendo números, la mujer habrá fallado a 2,5 promesas a lo largo de un año, y el varón habrá fallado 10. Viendo de manera sencilla, parecería que el varón mintió cuatro veces más que la mujer. Sin embargo, la proporción no habría cambiado.

    ¿Y por qué prometemos más que las mujeres? Aquí un postulado que oí y leí por ahí en la red y en los círculos sociales: "Las mujeres se enamoran de lo que oyen y los hombres de lo que ven; por eso ellas se maquillan y ellos mienten". Bueno, en cierto sentido, puedo deducir que ambos mienten: la mujer lo hace gráficamente, y el varón verbalmente. Todo mienten. Pero ¡un momento!sino de las promesas sin cumplir, y claro... para las féminas eso es casi sinónimo de mentira.

    La sociedad en la que vivimos ha impuesto muchas cargas "pesadas" a un hombre, una de ellas es la de asumir responsabilidades como el bienestar de la casa, sustentar a la familia, ser "fuerte", ser el representante de su familia, dar la iniciativa, etcétera, etcétera (espero no ser mal visto por muchos o muchas; como varón asumí tal carga, y supongo que al menos esa "debe" ser mi meta). A esto, le sumaremos la presión de ser el "macho" que es fuerte. Aclaramos, 'fuerte', en el consenso (consciente o inconsciente) general, aunque equivocado, quiere decir insensible, duro, tosco; además de las acepciones positivas como perseverante, valiente, sacrificado y/o vigoroso. En nuestra sociedad, a los varones no se les da la oportunidad de ser sensibles emocionalmente (hablaré de eso más adelante, si me acuerdo). De esta manera, los varones comienzan a aprender a mentir para cubrir las exigencias de las personas:

—¿Estás bien?
—Por supuesto.
El intercambio verbal anterior puede darse incluso cuando la persona interpelada está pasando por problemas difíciles o tiene una ruptura emocional.

Otra situación —y aquí entran en juego las promesas— es la siguiente:

—¿Mamá, cuándo vamos al cine?
—Dile a tu papá.
—Papá, dice mamá que cuándo vamos al cine.
—Bueno, hijo; el mes que viene, cuando me paguen, vamos a ir, ¿vale?
Seguidamente vienen los sentimientos de satisfacción y esperanza de los oyentes, generados por la promesa (como suele y debe ser, del padre)

—Amor, hace tiempo que no vamos de viaje los dos solos.
—Cierto...
—Parece que las cosas entre nosotros están cambiando (y aquí comienza la tensión emocional)
—No digas eso... mira, a fines de este año vamos de viaje por una semana a ese lugar que siempre quisiste conocer.
Promesa hecha, lazo tendido. Imagino que no necesito decir del diálogo quién es el varón y quién es la mujer, ¿cierto? Si queremos alargar el diálogo anterior, podríamos añadir palabras de duda por parte de ella, recordándole otras promesas, o que no cree, o que dejó de cumplir en el pasado. Cuanto más promesas estén acumuladas en el historial femenino, más maestría en el arte de convencer será necesario.

    La sociedad le ha dado al varón la responsabilidad de asumir promesas, y le exige que cubra o haga tantas cosas, que se ve obligado a prometer. Nadie le pide a una mujer que prometa cosas, salvo excepciones. La regla, sin embargo, es la misma. Hombres prometen más que mujeres, no porque les guste mentir, sino porque al ser mayores las exigencias de responsabilidad que se les impone, tiene como defensa o medio de ayudarse a sí mismo el anunciar acciones futuras (por cierto, hay muchos que prometen sin siquiera haber sido instigados a hacerlo). De esas promesas, será complicado que pueda cumplir todas sin excepción en el tiempo señalado. No quiero justificar a los que gustan de prometer sólo para congraciarse, pero sí reconocer que no es fácil cumplir una promesa (que muchas veces es impuesta o inducida), y más aún si se han hecho varias.

    Por otro lado, es difícil que los varones exijan a las mujeres prometer cosas. Los varones tienden a simplificar o hasta a olvidar ciertos hechos o situaciones, inclusive ciertas promesas hechas por otras personas (principalmente mujeres).

—Amor, me vas a matar... ¿recuerdas que te prometí salir hoy a la piscina contigo?
—Sí, ¿qué sucede?
—Bueno, es que... olvidé que tenía cita con una amiga para que vayamos juntas a hacernos un tratamiento de cabello. (pueden añadir cualquier justificación o excusa)
—Vaya... ¿y ahora?
—Perdóname —y se acerca con un abrazo o un beso mimoso.
—Ya, bueno. No te preocupes. Será para una siguiente (Y en ese momento recuerda que puede aprovechar el momento para hacer algo con los amigos, estar en casa descansando, o incluso ir solo a la piscina).
—Gracias, amor.

     Si invertimos los géneros en el diálogo... prefiero no colocar las palabras, ya que podríamos resumir que nuestras compañeras féminas, teniendo en cuenta su gran capacidad de recordar fechas, situaciones y promesas, usarán tal magistral talento para recordar al cuitado hombre todas las anteriores promesas hechas, y que no cumplió, a pesar de ya haber sido disculpado.

    Cierto, hermanas, tenemos la culpa... la culpa de prometer muchas veces en los momentos menos esperados (en el bus, en medio del trabajo, en una conversación telefónica, en el almuerzo, en una discusión acalorada, en un cine, con los amigos, etc.) conllevando esto que no siempre tales promesas serán recordadas con esmero. Sólo puedo pedir su comprensión, y que (como lo leí en un foro de Yahoo Respuestas) por favor, también "ustedes prometan que nos recodarán nuestras promesas un día antes de vencerse, jejeje. Así ganamos todos".

    Para finalizar, quiero prometer a mis queridos lectores que escribiré una segunda parte, relacionada también a las promesas ^^...

Buenas tardes.

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