jueves, 15 de octubre de 2015

MAMÁ Y EL DICCIONARIO

Me gusta enseñar. Siempre miraba con admiración a los profesores que enseñaban bien; quería ser un día como ellos y, quién sabe, superarlos. Mi madre es profesora y, según recuerdo, fue muy amada por sus estudiantes en su época activa. Un detalle algo irónico: ella casi nunca me ayudó a hacer las tareas del colegio, pero ahora (y menos mal que no está leyendo o va a leer esto, creo yo ^^) enseña con mucho esfuerzo y ahínco a su nieto —mi sobrino—, y lo mismo hizo con mi otro sobrino cuando estaba en el colegio. Sin embargo, agradezco que ella hiciera su trabajo de ese modo conmigo.

—Mamá, ¿qué significa 'trimotor'? —sorprendía yo un día sus oídos.
—Que tiene tres motores —me decía automáticamente.
—Ah... ¿y cómo se diría si tiene dos motores? —reponía, eufórico.
— ... bimotor —respondía ella, algo con voz severa.
— ¿Y cómo se dice cuando tiene cinco motores?
— ...

Y otras ocasiones en que también me pasaba de preguntón.

—Mamá, ¿qué quiere decir 'calavera'?
—¿Calavera? —y ponía cara seria— Simplemente es una calavera.
—Pero... ¿Por qué?
— ¿Por qué? ¡Porque sí!
— ¿No significa nada 'cala', y 'vera'?
— ...

Y de pronto atacaba yo con otra pregunta sin mucha relación con la anterior (tal vez porque de pronto viera el nombre de alguna tienda/negocio con un nombre extraño desde la ventana del bus):

— ¿Y qué quiere decir 'estigma'?
— Estigma... —y ella, viéndose interrumpida en sus pensamientos o en lo que estaba haciendo, me respondió un día—: Busca en el diccionario.

Bueno, no fueron pocas las veces en que le preguntaba algo (reconozco que como niño lo hacía a veces importunamente) y recibía la respuesta que me dejaba con 'manos vacías' al principio: «busca en el diccionario».

«Busca en el diccionario», «ve a ver en el diccionario», «¿por qué no buscas en el diccionario?». Ese fue el comienzo de mi gusto por la lectura corta (reconozco que cuando era niño o escolar, no me gustaba mucho la lectura de obras literarias, novelas o cuentos; llegué a preferir leer libros de geografía, donde lo que más me fascinaba era el espacio, los planetas, las estrellas y galaxias; también me llegó a gustar leer historias fantásticas, y la biblia me parecía uno de esos libros). Pero ante cada palabra que no entendía, ya sabía a dónde era mejor acudir que a la definición de los mayores.

Debía aprender a buscar las palabras en un diccionario, pero para ello tenía que aprender bien el alfabeto, y saber qué letras van antes que otras, y que están ordenadas de esa manera (orden alfabético). Mamá no me enseñó paso a paso cómo se debe buscar en un diccionario, pero de alguna manera aprendí. Y mientras no encontraba la palabra deseada, me distraía, ora con otras palabras interesantes, ora con curiosas ilustraciones. A veces olvidaba la palabra que estaba buscando.

Luego de un tiempo, los diccionarios y las enciclopedias se convirtieron en mis mejores 'sacadudas', donde aprendí muchas palabras que me hacían ver mejor y más claro el mundo; primero palabras sencillas y cotidianas, después otras más complejas y especializadas (por ejemplo: luz, arcoíris, adolescente, petiso, añicos, chamaco; polígono, perverso, acre, legal, prudente, perverso, microbio, entre otras), y a veces se me ocurría ver algunas palabras que me daba un poco de vergüenza preguntar a mamá o a alguno de los más grandes, y que seguramente habría en las definiciones de los diccionarios, como por ejemplo 'carajo', 'sexo', 'pene', 'vagina', 'mierda', 'pendejo'. Al saber lo que eran, me di cuenta de que muchas palabras eran usadas sin saber lo que significaban.

Hoy agradezco que mamá me haya presentado a ese amigo que me ayudó a ver el mundo con mejor conciencia: el diccionario. Después también se acercaron a mí los amigos de él, los libros de geografía, de historia, y si eran ilustrados, cuánto mejor. Ellos llegaron a ser mis primeros amigos, confidentes y maestros cuando de palabras o de porqués se trataba. Recuerdo con mucho cariño un libro de botánica a todo color que mi hermano mayor trajo un día a casa, que tenía fotos hermosas, descripciones de las propiedades de las plantas, usos medicinales, descripción física de tamaño, longevidad, hábitat, etc; también recuerdo con añoro el 'depósito de libros' de la casa de mi tía —un cuarto enorme, lleno de cuadernos y textos antiguos puestos en estantes, mesas y cajas, que estaba en el segundo piso de su casa—, donde cada vez que la visitábamos y no estaban mis primos para jugar, me metía para 'zambullirme' en aquellos viejos portavoces de conocimiento con olor a hojas viejas y polvo, muchos de los cuales eran simplemente demasiado interesantes para mí: diccionarios ilustrados (blanco y negro), libros con temas de astronomía y más...

Cuando me enteré que existía Internet (A decir verdad, cuando comenzó a llegar a donde yo estaba), quedé fascinado. Ya contaré algún día mi experiencia con las computadoras y el internet, como buen miembro de la 'generación Y' de un país tercermundista —mejor dicho 'en vías de desarrollo'— que soy.


miércoles, 7 de octubre de 2015

DECIDÍ NO ESCRIBIR HOY

Me refiero a mi novela. Tengo un amigo que también escribe (mi colega de oficio), con quien nos ponemos de acuerdo para avanzar cada semana un poco de nuestras novelas. Nos enviamos los avances y también nos reunimos para compartirnos las observaciones y recomendaciones mutuamente. Es un gran compañero y un gran amigo desde la secundaria.

Lamento fallarle hoy, pero también haberme fallado a mí mismo. Estoy aprendiendo a organizar mi tiempo y mi espacio, pero no pude organizarme para avanzar esta semana con mi novela. Apenas tengo un bosquejo de mi avance semanal, pero no es suficiente. De hecho, podría estar escribiéndolo ahora mismo, pero sé que lo estaría haciendo con prisa. No es sencillo escribir, a estas alturas de la novela. Me dio una oportunidad de un día, pero no la supe aprovechar; teníamos que entregar nuestro avance ayer. Me duele también tener que pagar la cuota de penalización que quedamos caso no avanzásemos, pero más el hecho de que todavía no estoy organizando bien mi tiempo. Sin embargo, esto no es más que la consecuencia de no haberme organizado con anticipación.

Lo haré, lo prometo. Veo que algo diferente me está sucediendo últimamente. Estoy empezando a ver las cosas de una forma añejamente diferente, es decir, no sé cómo no me había dado cuenta de lo sencillo de organizarse. El problema es que toma tiempo el adquirir nuevos hábitos, y más si se trata de reemplazar los malos. Creo que una de las cosas que me animan a creer que será distinto es que estoy avanzando con organizar mi habitación y mi lecho en primer lugar.

Ahora, descansaré y mañana me organizaré mejor, a pesar de que quizá apenas tenga la noche de mañana para continuar con mi plan de ser alguien más organizado. También quiero aprender a disfrutar del tiempo y actividades que me toca vivir.

Buenas noches.

La historia de mi habitación

Está pasando algo así como un "milagro". Me estoy dando cuenta de que mi gusto antiguo por ser organizado y ordenado está volviendo. Bueno, no era un desastre como para encontrar una dimensión desconocida dentro de mi cuarto, como las medias debajo de la almohada, o los pantalones en el piso, pero no era uno del que me pueda sentir orgulloso. Cuando era pequeño —quiero decir, adolescente— y pude tener un espacio sólo para mí, quise ser el más raramente organizado del planeta. Sin embargo, no conseguía serlo a causa de que mi hermano, compañero de recámara no tenía las mismas aspiraciones (No quiero decir cosas malas de él, así que... en relación a ser alguien ordenado, simplemente era como cualquier joven no demasiado ordenado). Quizá mi error era querer tener todo bajo control. Él tenía su manera de ordenar sus cosas. Quería que mi habitación fuese un recinto especial. Pero yo sentía que sus cosas y el orden de estas en el cuarto impedían cumplir ese sueño. No era él un desastre, pero no era lo que yo quería: perfección. Lo admito, fue mi error querer perfección cuando tenía un cuarto compartido. Recuerdo que a veces tanto me enfadaba (a mi forma de enfadarme) que limpiaba y ordenaba sólo mi "lado" del cuarto. Había una línea imaginaria que separaba el cuarto, incluso separaba la mesa única que había.

Pero al pasar el tiempo, me aburrí de ese perfeccionismo frustrado.

...Y llegué a ser más desordenado que mi hermano. Sin embargo, no era mi ambiente el desorden. Sólo me inspiraba dormir, pero pocas veces hacía cómodamente lo que quería hacer: disfrutar de la contemplación de mi habitación, y poder trabajar satisfecho con el ambiente. Así ocurrió en mi primera habitación compartida, y también en mi segunda habitación compartida, cuando nos mudamos. La diferencia era que mi hermano viajaba y dejaba la habitación sólo para mí por unas semanas, y luego volvía. No era demasiado ordenado en ese tiempo, pero tampoco hacía gala de un cuarto hermoso, como siempre quise. Yo me hacía cada vez más desordenado, y mi hermano menos.

...Pero llegó el momento crucial. Mi hermano se casó y se llevó todas las cosas que eran suyas, entre las cuales destacaban para mí: un playstation, un reproductor de discos compactos que podía tener cinco discos y se podía hacer una programación de las canciones que quisiera en el orden deseado, o reproducirlas en modo aleatorio —el cuarto tenía un buen sonido— y un televisor.

Como dije, me quedé solo, y se fue toda la tecnología. Me quedé con mi cama, la mesa y la ropa. Fue una crisis para mí, y esa crisis acrecentó mi desorden. Nos volvimos a mudar, y esta vez a un lugar donde tendría un cuarto sólo para mí. Quise cumplir mi sueño, pero si no estaba el hermano para hacerme la vida difícil, ahora era el mismo cuarto; había problemas con el piso y las paredes; estas se humedecían y aquel se hinchó hasta romper el piso de madera. Tuve varias maneras de solucionarlo parcialmente, pero eso me desanimaba.

No quiero hacer larga la historia, así que me apresuraré. Hoy mi cuarto es el mismo, pero ya no hay los problemas de la humedad que hubo un tiempo, al menos no tanto. Pero me cansé hace no mucho de todo esto, y decidí volver a intentar cumplir ese sueño.

Me imaginé un cuarto perfecto para mí actualmente, e hice un plan por pasos pequeños para comenzar a hacerle mantenimiento: primero comenzaré por poner las cosas en su lugar y ser más ordenado, luego le daré un buen mantenimiento a las paredes y el piso, y después convertiré mi cuarto en un lugar que refleje mi excéntrico gusto por lo perfecto, que aprendí que no significa algo tremendamente ideal, sino simplemente lo mejor que puede llegar a ser donde y como está.
Increíblemente, hice un plan que me sorprendió a mí mismo: un mantenimiento diario y un avance de a pocos, que si continúo cada día a unos quince o veinte minutos diarios, tendré el cuarto bien organizado en unos tres meses, y con el mantenimiento adecuado en unos cinco o seis.

Hoy vi mi cuarto, y me agradó ver que ha mejorado notablemente estos últimos días. Sé que esta vez es diferente, porque mi plan incluye el adquirir el hábito del mantenimiento constante de la habitación, y mi gusto (con decisión y acción) por lo ordenado y limpio está aflorando nuevamente. Prometo una foto del cuarto cuando acabe mi jornada. Todavía me da vergüenza colocar su foto en la actualidad.

jueves, 1 de octubre de 2015

Mi hobby de hacer idiomas

Sí, tengo un hobby que guardé por años, y sólo mis más cercanos conocen: inventar idiomas. Incluso, no podrían decir que es mi «hobby», sino simplemente algo que hice, una de las cosas raras que pudieron conocer en mí.

Es verdad, tengo un idioma que inventé, que comenzó cuando tenía 12 años como una clave, y a lo largo del tiempo fue cambiando, perfeccionando, complicándose, descomplicándose. Mi motivo número uno: que nadie pueda saber lo que estoy escribiendo o diciendo. Paradoja de inventar un medio de comunicación. Lo sé, hay varias razones para inventar un idioma que sólo uno mismo sepa.
Pero iré a los hechos: primero no era un idioma, era sólo una clave, que consistía en cambiar letras de las palabras usando un patrón, adicionar en ellas signos diacríticos raros, ¡y listo! era un idioma para mí, un «idioma» para decir nombres y que nadie los entienda, para escribir frases que consideraba secretos de estado o simplemente para llamar la atención de mis mejores amigos y amigas. Hice un alfabeto en la secundaria, que aún uso, pero poco. ¿El nombre de ese «idioma»?: Tordulthoús. Así se llamó desde un inicio, claro, con caracteres algo distintos, pero se pronunciaría algo así como un /tordulzós/ para un hispano peninsular.

En la universidad mejoré muchísimo ese idioma, y dejó poco a poco de ser simplemente una «clave de distorsión». Llegué, finalmente, a una fase en que no sabía cómo mejorarlo, pero todavía hay muchas maneras de decir una u otra cosa. Está en fase de plenitud, pero creo que le falta constituirse en un «tordulthoús normativo». Ahora tiene un nombre distinto, para que sea más fácil de pronunciar: «tordi».

Ok, daré un ejemplo para que no sea tan subjetivo explicarlo aquí:

"Melithiriñe bigulEbokebois...hlixiwu hain fiyiwuñeè we esdirya"

Lo cual, quiere decir: "Ella se parece a mi mejor amiga... creo que ya la había visto antes"

Vale, no diré más. No se asusten. Soy un chico normal, con locuras y cositas distintas, como cada uno tiene. Apenas compartí algo en lo que pasé horas de mi vida para conseguir inventar.

En cuanto a alfabetos y sistemas de escritura, hice muchos, no memoricé todos pues... no soy una máquina de memorizar todo lo que invento. Muchos de ellos los hice en un día, luego los usé en ese momento, o después de una semana, y cayeron en mi archivo. Siempre me interesé en alfabetos, pues me parecieron más sencillos. No quiere decir que no me llama la atención sistemas ideográficos o silábicos, pero ellos me parecen algo menos prácticos para interactuar conmigo mismo. Hice muchos alfabetos, pero me acuerdo de cinco al punto que podría escribir cualquiera de ellos sus nombres si me lo pidieran. Infelizmente no tengo imágenes de ellas que pueda colgar (bueno, tengo letras escaneadas que guardé por ahí, pero bueno, me da algo de perecita buscarlas y subirlas aquí). Creé fuentes de dos de ellos, pero no los subiré, pues no están en esta computadora. Ok, basta de excusas. Simplemente no los tengo disponibles en estos momentos. Pido disculpas a algún lector. Uno de ellos inspirado en que si las letras estuviesen formadas por palitos, y los desordenase... taránnn... ahí está mi primer alfabeto propiamente dicho, algunos (que no conocen mucho de idiomas) me dijeron qeu parecía un chino o algo así; su versión en cursiva, que ya no uso demasiado. Luego hice otro alfabeto, algo basado en el primero, pero más cuadradito y estético, inspirado en las formas del alfabeto griego o el copto, y también su versión en cursiva, que me costó algunos años y desvelos o pérdidas de clases en la universidad (^^`, debo confesar...). Después de un tiempo también hice otra versión cursiva de ese alfabeto, inspirada en la forma de las tengwar del quenya o sindarín de Tolkien (lo admito, este escritor me fascinó, junto con su amigo C.S. Lewis, aunque a veces me provocó desazón el saber que lo que escribieron o inventaron, lo habría hecho yo si hubiese nacido antes que él, jeje. Creo que me hubiese gustado ser amigo de ellos, y habría hecho un tantito lo que hacían. De hecho, estoy escribiendo un libro de fantasía, no inspirado en ellos, sino desde antes que me enterara de su existencia —mejor hablo de esto en otra entrada)

Así, tordi fue creciendo y mejorando. Hice varios intentos de sintetizar o compilar su gramática, y tengo algunos textos en la computadora y en cuadernos guardados, pero nunca terminé de explicarla.

Algo más: hice también otro idioma, al que ahora llamo «gedyar», que es como una lengua romance, pues sus raíces son claramente (o supongo así) españolas. Aquí una muestra:

"Klaz fo nem c'ejglipizi li ma bloge. Ji yekaras ta daindo, meletes i ma afnoje fo da fatînda"

Lo cual quiere decir:

"Gracias por leer esta entrada de mi blog. Si llegaste hasta aquí, mereces mis aplausos por tu paciencia"