jueves, 11 de enero de 2018

Observando

Observando

Para iniciar otra vez, quiero creer en la renovación. Quiero en un nuevo impulso volver a nacer, un nuevo ciclo en mí ver. Estoy observando mis pasos de nuevo, sopesando mis fallos, mis dolencias y enfermedades, mis errores pasados y los que aún duran o resuenan en eco. Estoy intentando dibujar como nubes a las sombras, en un juego de imaginación que un adulto delibera.

Te llamo a ti, nuevamente, sombra de mí. Pero al mismo tiempo quiero aprender de ellos, que aún nacen, y escarmentar de ellos, que todavía mueren.

lunes, 1 de enero de 2018

BIENVENIDO 2018: confesiones, planes, desilusión.

Hola de nuevo, querido y casi abandonado blog:

Converso contigo como si conversara conmigo mismo, pues sé que quizá sea sólo yo quien relea esta entrada que escribo en ti, para mí, y para algún fantasma que me lea. O quizá esta sea simplemente una carta a mi yo lector del futuro —si es que continúo viviendo en ese futuro— para mi propia reflexión.

Bienvenido aquí en el 2018, primer día, y sólo me queda decir gracias a Dios por hacerme ver el calendario diciéndome «aquí estoy ahora». No han cambiado muchas cosas en mí, excepto que estoy más viejo, y me acabo de dar cuenta, hace algunos días, que podría sufrir de algo conocido como Síndrome de Hiperlaxitud Articular (SHA), una condición genética que no es tan rara, pero que usualmente las personas que la padecen no le prestan tanta atención hasta que se lesionan o dislocan alguna articulación, y que los que conocen a alguien con esto, cuando ven sus "habilidades", lo ven sólo con cierta curiosidad de que sea capaz de doblar los dedos tanto o de que sus articulaciones sean tan elásticas, o como un potencial trabajador de circo. Ese síndrome (una variación, también llamada síndrome de Ehler-Danlos, tipo III), es normalmente subestimado o no tomado mucho en importancia, sin embargo, mientras avanza la edad, hay que tomar mayores cuidados, puesto que existe predisposición a sufrir fracturas, luxaciones, u osteoartrosis precoz. Claro, cuando más se es consciente y se toman las medidas necesarias para prevenir complicaciones, todo estará casi normal. No hablaré mucho de esto, sólo diré que hace algunos días fui al reumatólogo para que revise mi lesión en el dedo índice izquierdo, que pensé que se había dislocado hace un par de meses, y que no me había dado cuenta. Sólo me dio algunos antiinflamatorios algo fuertes, me recomendó terapia, pues aunque no se había dislocado, parecía que los ligamentos se habían desgarrado un poco, y por eso mi dolor. Lo peor es que los dolores articulares me comenzaron a molestar a la par (mi brazo izquierdo, mis codos, mis tobillos; no sé si también por una influencia psicológica de mi dolor en el dedo). En fin. De todos modos, estoy tratando de superarlo emocionalmente, y de hecho, tengo que seguir ciertas recomendaciones alimentarias, y también de ejercicios, como evitar vivir una vida muy sedentaria, que es a lo que me he estado dedicando estos últimos años. ¿Será que por eso tengo poca energía, o siento que siempre tuve poca energía, una necesidad casi constante de dormir mejor? El cansancio continuo o crónico es también parte de la sintomatología de ese mal.

¿Planes para este año? Algunos, puesto que ya conozco que me es difícil lidiar con el procrastinador que llevo dentro. Terminar de estudiar francés, rendir y aprobar el examen DELF en nivel B2 o C1, volver a dar el examen de Celpe-Bras pero obtener un nivel de avanzado superior; comenzar a enseñar español a gringos y todo aquel que no lo habla. Producir mi propio material de aprendizaje de idiomas (español, portugués y quizá francés; además de por qué no esperanto). Si todo sale bien, llegar a ser independiente para finales de este año y comer perdices en el penúltimo día color de arrebol. Si no es ese día, puede ser otro, pero ahora es un plan de origen binario. ¿Quiero realmente graduarme? Ese es un asunto que deberé escribir en otro momento si no quiero hartar de palabras esta entrada en el blog; sólo puedo adelantar que creo por una parte que sería bueno que lo hiciera, pues así sello mi estudio universitario y callo la boca un momento a algunos que, creo nunca callarán. Quiero este año ser feliz y que sea el mejor que tuve antes, quiero viajar, quiero comer, jugar, reír, crear, abrazar, y todo lo que es agradable y parte de la felicidad. Estoy yéndome por la tangente; había dicho qué planes para este año, no dar ideas subjetivas, pero valga la pequeña licencia que me di líneas arriba. Quiero ser una persona más organizada y afianzar mis conocimientos en práctica: cultivar los idiomas que sé, además de practicar el inglés y comenzar a usarlo en la práctica; aprender a leer partituras, mejorar en el canto cantando con la técnica correcta, escribir mejor: terminar de una maldita vez la novela que he estado escribiendo hace más de una década, continuar componiendo música y poesía. Ir a nadar una vez a la semana, vivir una vida activa y no sedentaria: tener mañanas activas, tardes creativas, noches bien dormidas. Mejorar mi ejecución de los instrumentos que puedo tocar: guitarra, teclado, batería; retomar los que había dejado: zampoña, quena, armónica; ¿aprender uno nuevo? Estoy abierto a eso. Aprender: Lituano, programación, teoría musical aplicada, baile... Incursionar en la producción audiovisual: enseñar algo de lo que sé mediante podcasts o mediante video.

¡Rayos! Y quiero viajar... ¿pero cómo puedo hacer eso? Me siento encerrado... aunque principalmente sé que este encerramiento deriva de mi propia autolimitación en la mente. Viajaré este año a varios lugares, no importa si están cercanos, pero lo haré. Solo o acompañado, viajaré.

Y algo básico, imprescindible, voy a planificar cada cosa importante que haré este año.

Bueno, hasta ahí mi optimismo, pero copiaré aquí también algo de mi pesimismo, algo que escribí hace algunos días, que también refleja algo de mi espíritu:

Día del año nuevo, día esperado, día amado, odiado…
Cuántas veces he querido que llegues y otras que te vayas, o que nunca regreses. Al pasar el tiempo y los años me di cuenta que no es tu culpa, sino nuestra, que te hemos puesto una etiqueta, el punto de partida de una incierta meta.
No nos engañes más, día de año nuevo, si es que lo haces en verdad. No regreses a traernos ilusión de un recomienzo, aunque de hecho, todos lo queremos en algún momento. Eres una ventana atractiva hacia el futuro, hacia el pasado, hacia el presente, en medio de los gritos y la bulla de la gente. Eres una ventana solamente.
Cuántos, por tu culpa, se han matado, cuerpo o alma, ilusionados, contrariados, acabados.
Vienes lleno de promesas, con tus cantos, con tus luces, con tu fiesta, con el olor a humo. Vienes, pero pronto te olvidas en nosotros y queremos que regreses, aunque nunca en verdad lo haces, ni lo harás. Hemos vestido con tus ropas a estrellas diferentes, que una vez que estallan, ya no vuelven.
Pero en nuestros corazones vuelves; vuelves siempre,  aunque el día, el tiempo, las fuerzas, la lozanía y la ilusión jamás regresen. O no es cierto, me equivoco, la ilusión vuelve, envenenando el corazón de los que al polvo vuelven.

Tú no existes, te inventaron, día de año nuevo del calendario. Ese es tu nombre, y sin embargo, sólo un número en un ciclo arcano. En el fondo tú lo sabes, tu predecesor inmediato se ha asociado contigo para engañarnos. ¿Un adiós y un hola de nuevo? (...)

Y antes de terminar mis ideas, tuve una interrupción y no pude continuar con mi inspiración aquel día (18 de diciembre del año pasado), eran mis estudiantes que habían terminado de hacer su práctica. Debo confesar que no fue un buen momento que decidí escribir eso, ya que debía estar atento a ellos. Lo hago pocas veces, pero a veces lo hago. Espero si algún jefe mío lee esto no lo considere despido; habré demorado en escribir unos diez minutos.

Bueno, querido lector fantasma, mis mejores deseos para este año nuevo, y que sigamos con la ilusión que nos dé nuevas energías este 2018, hasta dejarlo añejo.